Quiero contarte porqué empezó La Lomita
Desde mis primeros recuerdos, los perros han sido una parte importantísima de mi vida. Siempre tuve buenos amigos, sin embargo, fui el hermano más pequeño después de tres hermanas, de las que la menor, me lleva casi diez años. Por ello, en casa crecí en un mundo de adultos, pero siempre tuvimos algún perro, y la relación que podía tener con ellos me atraía de manera muy especial. Su compañía, el amor que me hacían sentir, su buena disposición para colaborar en mis juegos y hacer casi todo lo que yo les pedía, la forma en la que reaccionaban a la mayoría de mis emociones: mi alegría, mis momentos tristes o simplemente mi aburrimiento. Siempre encontré en ellos una respuesta a aquello que yo necesitaba.
Fue pasando el tiempo y mi admiración por los perros y el gusto por su compañía siempre se mantuvieron, así que trataba de hacerme de toda la información que me fuera posible. Por aquellos años, salió en México la “Enciclopedia Canina de Fiorenzo Fiorone” en fascículos coleccionables; cada semana esperaba con toda mi ilusión el siguiente número, mientras leía completo un par de veces el anterior, de modo que la enciclopedia completa la debo haber leído por lo menos un par de veces. Era así, con toda la información que llegaba a mis manos sobre el tema de los perros.
Más adelante, en 1978 fui con una de mis hermanas y su hoy esposo, a la primera Exposición Mundial Canina que hubo en México (que tuve el honor de juzgar en las siguientes dos, 1999 y 2007), pues uno de los hermanos de mi cuñado era ya un prestigiado juez de conformación. A partir de entonces empecé a ir a todas las exposiciones que podía y a enterarme cada vez más del mundo de mis siempre tan queridos perros. Ya estando en el ambiente de la canófilia fue que me enteré del Círculo de Obediencia Canina (Órgano Oficial de Obediencia de la Federación Canófila Mexicana), y de las clases que se impartían semanalmente en las instalaciones del Hipódromo de las Américas. Sin perder tiempo, empecé a entrenar con mis perros (entonces Pastor Alemán), para luego poder competir en pruebas oficiales y con los que también competía en exposiciones de belleza y conformación.
Siguieron corriendo los años, concluí mis estudios y comencé mi vida profesional en algo completamente ajeno a los perros. Sin embargo, yo seguía compitiendo y criando perros a muy pequeña escala; no era un negocio, era una pasión en la que yo ponía todo mi entusiasmo. Luego de varios éxitos en competencias de obediencia y buenos resultados en las pistas de conformación, di el siguiente paso en la canofilia y empecé a tramitar mis licencias en la Federación Canófila Mexicana para juzgar obediencia; al mismo tiempo entré a colaborar con el Círculo de Obediencia Canina hasta llegar a ser parte de la mesa directiva del mismo y ser miembro colegiado del Colegio de Jueces. A pesar de haber tenido, a la par de todo lo anterior, un buen desempeño profesional y tener mi propio despacho dedicado a los servicios del ramo asegurador y afianzador, un día decidí iniciar el proyecto de una escuela de adiestramiento canino. En ese momento habría sonado muy presuntuoso hablar de una escuela, pues en realidad, en un inicio, conté con el apoyo de un querido amigo que acababa de adquirir un pequeño rancho en el Estado de México, al que puso por nombre “Rancho La Lomita”.
El amigo del que les hablo, que es médico veterinario, puso en su terreno instalaciones para recibir en pensión a los perros de sus clientes en las temporadas vacacionales, pero fuera de estas, las instalaciones estaban prácticamente sin usarse, de modo que negocié con él el subarriendo de estas, y con su recomendación y la de otros amigos médicos veterinarios empecé a entrenar profesionalmente yo mismo, perros de sus clientes. Así es que arrancó el que llamé, por el nombre del rancho, “Centro de Adiestramiento Canino ‘La Lomita’.
Al paso de poco tiempo y gracias a las recomendaciones de amigos veterinarios y de los mismos clientes que confiaron en mí y en mi trabajo, las instalaciones del rancho fueron insuficientes, y tuve la oportunidad de rentar un terreno en el área urbana de la Ciudad de México. Ahí puse un número mucho mayor de perreras, en las que podía alojar a más perros en entrenamiento y recibir en pensión a los perros de los clientes que ya había entrenado, cuando sus dueños no estaban en casa. Además, pude destinar una sección de las perreras a mis propios perros, de modo que mi proyecto de crianza de perros de alta calidad siguió avanzando.
Todos los perros que entregaba de los servicios de entrenamiento y/o pensión tenían que regresar a casa perfectamente limpios, por lo que muchos de mis clientes empezaron a pedir el servicio del baño de manera regular. Para ese momento, ya no alcanzaban, ni mis manos, ni las horas del día para atender clientes, entrenar, bañar, recoger y entregar perros. Fue entonces que empecé a seleccionar, con mucho esmero, primero a un entrenador y más adelante a un peluquero; integrando así un nuevo servicio para el público en general.
Siendo que La Lomita ya era entonces una escuela de adiestramiento, criadero y ofrecía de manera regular los servicios de hospedaje y estética, pensé que otro de los servicios muy importantes que necesitaban nuestros clientes, para tener bajo el mismo concepto todo lo que requerían para su perro, era una clínica veterinaria. Esto me llevó a reclutar del modo más escrupuloso posible a un médico veterinario que pudiera ofrecer con nosotros sus servicios. Ello inició una nueva era, que dio como resultado el nacimiento del CENTRO INTEGRAL CANINO “LA LOMITA”
Esta historia de trabajo, entusiasmo, esmero, y sobre todo, amor por el mejor amigo del hombre… EL PERRO, es la que respalda nuestra experiencia como profesionales en su educación, salud y bienestar, experiencia que ponemos a tus órdenes, esperando contar con tu confianza, para hacernos cargo de lo que necesites para su cuidado, porque hacerlo, es nuestra satisfacción.